Soy una
sobreviviente
Un tumor
invadió mi vida a los seis años de edad
De un momento
a otro todo cambió. Me detectaron un pólipo rectal y gracias a un ángel, mi
mamá, logró obtener un turno para mi operación salvándome la vida. Todo empezó en marzo, cuando yo había cumplido seis años de
edad, hace catorce años, apenas empezaba a ir a la escuela. No tenía muchos amigos,
pero hasta ese momento había vivido una vida normal junto a mi familia.
En el mes de abril ya no comía bien, sentía mucho dolor en el
estómago y no procesaba correctamente la comida. Mi mamá me llevó al médico
algunas en ocasiones. La situación se fue agravando cuando empecé a presentar
vómitos constantes, dolores de cabeza y los doctores le decían que era por
algún parásito intestinal o una intoxicación, nada anormal.
Pero ninguno de los medicamentos me ayudó a mejorar. La
situación se complicó al punto que a inicios del mes de mayo presenté hemorragias internas. Sentía
muchísimo dolor en el estómago, no podía comer nada y me era muy difícil realizar
el proceso de excreción.
Esto alertó mucho a mi familia y a mí, entonces mi mamá me
llevó por emergencia al Hospital Infantil Baca Ortiz, ubicado en el norte de
Quito. En este entonces era muy complicado obtener un turno o agendar una cita,
esto requería de largas filas e incluso muchas personas dormían la noche en las
afueras de dicho hospital para ser atendidos.
Mi madre y yo también tuvimos que pasar por esta situación y
en la madrugada nos dirigimos al hospital con la esperanza de obtener una cita.
La enfermera de la caja nos asignó un turno para después de una semana con el Dr.
César Oviedo, médico general, me sentía frustrada pues era una situación
insoportable y para empeorarlo no me atendieron de emergencia.
La espera fue muy larga y toda la semana que tuve que esperar
yo, literalmente, me estaba muriendo y esto fue algo que confirmó en doctor. Cuando fuimos el día de la cita el Dr. Oviedo, decía que este
era un caso muy extraño que se haya presentado en un infante, ya que los pólipos
son pequeñas acumulaciones de células que se forma en el revestimiento del
colon o el recto y son más comunes en personas adultas y ancianos. De inmediato me mandaron hacer exámenes de heses, orina y
sangre con lo cual se confirmó que yo tenía un pólipo rectal juvenil
inflamatorio de, aproximadamente 1.5 cm
y este estaba obstaculizando el paso de desechos por el intestino grueso, lo
cual generaba las hemorragias.
Al ser un tumor grande para mi cuerpo en ese entonces de una
niña, me enviaron de emergencia para una cirugía al día siguiente a las 8:00 am
y yo debía estar en ayuna, es decir no debía injerir ningún alimento
veinticuatro horas antes de la operación. Esto fue algo que me dolió mucho,
pues no podía comer absolutamente nada y para la edad que tenía era fundamental
que yo tuviera una buena alimentación, pero como he comentado antes, desde el
mes de marzo no había podido comer bien. Pero
mi mamá, al verme pálida, moribunda, sin fuerzas, preocupada me hizo desayunar al
rápido y al ir al hospital nos negaron la cirugía y el cirujano (no recuerdo su
nombre) estaba muy enojado y me dijo que yo iba a morir.
Lo
que había pasado, es que mi mamá había cometido un terrible error que pudo
matarme, mi intestino se encontraba tan inflamado que era de suma importancia
que no comiera nada. Preocupadas por mi salud,
mi mamá logró hablar con una enfermera que fue como un ángel para mí, pues ella
habló con un cirujano del hospital, el Dr. Carlos Lalangui y gracia a ella me
reasignaron la operación. De aquella enfermera, nunca supimos su nombre y nunca pudimos
agradecerle, pero me salvó la vida. Nosotras le buscamos para regalarle una
funda de manzanas, pero no la encontramos, pero gracias a ella la operación por
fin logró realizarse y duró entre 4 y 6 horas.
Mientras tanto, mi mamá debía realizar algunos trámites de la
operación, pero esto no fue mayor complicación, pues eran pacientes frecuentes
en el hospital. Recuerdo que unas enfermeras me dijeron que me saque toda la
ropa y me vistieron con una bata azul, luego me subieron a una camilla y me
ingresaron a la sala de operaciones, luego me inyectaron anestesia. Ya en la sala de post operatorio, recuerdo haber despertado
al día siguiente, ver todo blanco como una luz cegadora, respiraba por un
aparato para el oxígeno y sentía todo mi cuerpo adormecido. De inmediato, me
desmallé y volvía al sueño profundo en el que me encontraba, me entubaron
durante dos días más, pero no recuerdo nada de eso.
Mi madre me contó que para salvarme tuvieron que introducirme
un tuvo por la boca, el cual era capaz de llegar a donde se encontraba el tumor
y extirparlo, por eso cuando desperté no podía moverme, pues la cirugía había
sido complicada y riesgosa.
Los cuidados en el hospital eran rigurosos, no podía
levantarme para nada, ni siquiera para ir al baño y las visitas eran
restringidas, pues decían que la gente suele ingresar comida infiltrada y luego
eso podía inflamarme nuevamente.
A los 3 días me dieron de alta y mi papá me acogía en sus
brazos como a un bebé pues yo no podía hacer movimientos fuertes, ni sentarme,
ni caminar, peor aún comer o ir al baño. Por ello, falté a clases unas semanas
durante este tiempo yo debía realizar mis necesidades en un videl de plástico y
necesitaba cuidados constantes para bañarme, comer y mi madre debía inyectarme
medicación diariamente. Después de esto me fui recuperado normalmente y empecé a ir a
la escuela como lo hacía, pero de pronto dos meses después de la cirugía empecé
a sentir nuevamente dolores estomacales y tuve que ir de nuevo al médico.
Otra vez, tuve que pasar las largas filas para el turno, la
mala atención de las enfermeras, pero conseguimos un turno con el Dr. Lalangui.
Mi madre le conversó sobre mis síntomas y el médico manifestó que al ser una
herida interna, el proceso de recuperación es más lento y delicado. Según el doctor, lo que me había sucedido era que yo había
ingerido un snacks caducado y esto me había generado los dolores, nuevamente me
mandaron hacer exámenes y pudieron determinar que en mi cuerpo se habían
desarrollado parásitos intestinales, pero no era totalmente riesgoso pues eran
parásitos que la gente tiene, comúnmente.
Después de ello me enviaron desparasitantes, los cuales debía
tomar durante un mes y esto fue muy doloroso, porque yo estaba constantemente
en el baño. Al mes siguiente fui al hospital, nuevamente, y me realizaron
un diagnostico final, con esto pudieron determinar que estaba completamente
sana y que lo que faltaba por mejorar ya era mínimo, después de esto ya podía
comer todos los alimentos. A pesar de que fueron meses muy difíciles me recuperé y luego de esta situación ya pude
realizar actividades normalmente, aumenté de peso, mejoré mi semblante y me desarrollé
como una persona normal, gracias a Dios esta experiencia de estar al borde de
la muerte no pasó a mayores y mi familia pudo estar más tranquila.
FRASES:
Doy
gracias a mi madre, porque fue la única persona que estuvo en todo este
proceso”.
“Me
asusté muchísimo cuando me negaron la cirugía, creí que moriría”.
“Un año
después me enteré que el cirujano que me operó era padre de una amiga de la
escuela”.
AUTORA: ZULEY
LOOR
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