miércoles, 19 de febrero de 2020

TESTIMONIO: Julián Calahorrano

El relato de mis vivencias criminales.


El día que el niño jugó con los grandes.  

Durante 2 años me involucré con pandillas y actos criminales. Hoy comparto mi experiencia dentro del hampa quiteña.  




Cuando tenía 15 años ingresé en una pandilla de la ciudad de Quito. La soledad y las ansias de obtener reconocimiento fueron algunos de los factores que influyeron en mi decisión, mas no los suficientes para advertirme del peligro involucrado.
No era la primera vez formaba parte de un grupo así. Sin embargo, las diferencias eran notables. En el primer grupo solo se vivía de las apariencias; en el segundo, era distinto: el respeto se reflejaba en torno a las acciones cometidas. No revelaré el nombre del “crew” pero, sin duda, ya gozaban de fama cuando pasé a formar parte de sus filas.
Mis primeros trabajos fueron sencillos: robo en buses a estudiantes. Poco a poco, me transformé en un experto: sin culpa, sin culpables. Una tarde me comentaron sobre un “trabajo” que estábamos obligados a tomar con una considerable recompensa: una casa con varios objetos de valor, ubicada en el sector de El Ciclista. Una “obra” de 15 minutos, entrando y saliendo “por las mismas”.
Era un sábado por la noche. Estábamos a bordo de una camioneta sin placas. Yo vestía de negro, mis piernas temblaban y experimentaba paranoia. Ramiro, el más fuerte, forcejeó la puerta del garaje e ingresamos. Yo, al ser el más pequeño, tenía la misión de abrir la puerta de casa. Entré por una ventana y logré mi cometido. Tras abrir la puerta principal, todo se tornó borroso. Tomaba todo lo que podía, utilizando las mangas de mi capucha como guantes, procurando no dejar huellas. Sentía el miedo y la culpa que, en ocasiones anteriores, no había experimentado.
Terminado el lío, nos dirigimos a una bodega situada en el centro de la ciudad con “las chivas”. Mi paga fue poca. Me soltaron 20 por un susto que sigue latente. Cinco años después, utilizo este espacio para contar mi historia y pedir perdón (aunque de nada sirva ya).  


FRASES

“Más o menos, un año después, me encontré de nuevo con estos tipos. Solo me preguntaron por qué ya no asomaba. Yo les respondí que estaba ocupado con el colegio y que tenía la posibilidad de estudiar fuera del país. Obviamente, mentí. Ellos me dijeron cosas como: “bien, loco, persigue tus sueños” y mierdas así. Me dejaron en paz por algún extraña razón.”
- Julián Calahorrano, autor de este testimonio. 


DATO

Actualmente, el domicilio saqueado se encuentra abandonado y busca un arrendatario desde hace dos años.




TESTIMONIO POR: JULIÁN CALAHORRANO









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