No existe límite de edad para perder la virginidad
Una tarde de alcohol, juegos y amigos
puede ser peligrosa, ahora sumémosle la presión social. ¿En qué puede acabar?
Hace 5 años, cuando yo era más joven e
ingenua, tendía a dejarme llevar por las emociones del momento; abandonando
incluso, mis propias convicciones. Una tarde después de salir del colegio,
junto con una amiga, fuimos a la casa de su pareja. Él se encontraba con Miguel
- su amigo- a quien yo llevaba días de haberlo conocido.
Ellos nos esperaban con una botella de
licor, el cual era repartido de acuerdo a las reglas del típico juego de cartas
“anillo de fuego”. A pesar de ser muy conocido, era la primera vez que lo
jugaba.
El ambiente
empezaba a tornarse agradable. El alcohol empezaba a hacer efecto en los
cuatro. Sinceramente, me estába divirtiendo.
Cuarenta
minutos después, nuestros rostros se tornaron a aburridos. El novio de mi amiga
propuso jugar verdad o reto. Todos aceptamos. Una vez gastadas las dos rondas
de preguntas que nos correspondía a cada uno, empezaron los retos que cada vez
se iban poniendo más intensos y vehementes.
Para el
cumplimiento de los desafíos nos pusimos en parejas. Obviamente mi amiga con su
novio y pues yo, con Miguel. Después de una serie de retos como: bailar, beber
alcohol del ombligo del otro, besos de segundos en la boca y cuello, morder
sensualmente la oreja e incluso más extremos como lamer el pectoral
de la pareja y mientras los vasos de alcohol iban y venían; la situación
empezaba a intensificarse.
Era mi turno, me enviaron con
Miguel, por unos minutos a uno de los cuartos de la casa. Él era simpático, con
buena energía y me pasaba con 4 años de edad.
Acto seguido, él empezó a besarme y a
acariciarme. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba acostada sobre la cama con
su cuerpo encima de mí.
-Hoy
es el día, pensé. Hoy dejaré de ser virgen.
Creo que estaba ansiando el momento. Todas mis amigas ya habían dejado de ser puras, entonces, me sentía con la
presión de que yo igual, debía de dejar de serlo. Reconozco que ese era un
pensamiento estúpido. Que no solo había sido implantado por los adolescentes
“experimentados” sino también, por la imagen que emitían las industrias
culturales americanas en las películas en las que, las mujeres que seguían
siendo vírgenes en colegios, universidades eran mal vistas por sus compañeros y
abusadas verbalmente.
Sin embargo, mientras él seguía
estimulándome. Yo no podía dejar de pensar en que podría quedarme embarazada a
la primera, de que si realmente estaba haciendo lo correcto. Como enfrentaría
después este acto. Miles de preguntas invadían mi mente. –Un par de lágrimas se
deslizaban por mis mejillas-.
Miguel,
al ver mi falta de excitación, me preguntó: ¿Cuál es tu punto sensible?
-
A lo que yo respondí con un no sé.
-
Como no vas a saber. Él no sabía que yo era inexplorada, nunca se lo dije.
Enseguida, me di cuenta que aún no estaba
lista emocionalmente para, cometer el acto. Así que, lo aparte de mí.
Afortunadamente él no me pregunto porque ni tampoco se ofendió. Cuando uno va madurando aprende que todo tiene
su tiempo. La vida es larga como para poder vivirla por etapas y muy corta como
para poder regresar al tiempo atrás.
Ya
estando en la universidad me doy cuenta que hay muchas chicas como yo, pero a
muchas de ellas les da vergüenza reconocer que siguen siendo vírgenes por miedo
al qué dirán. Los pensamientos se han invertido. Antes era mal visto que una
mujer tuviera sexo antes del matrimonio.
Considero que no hay edad exacta para que
la flor se abra, siempre y cuando estés cómoda, segura y consiente del acto y
lo que implica en él.
DATO
|
Hoy, a mis 23
años y aun siendo virgen, me sigo reprochando ese día y el error que estuve a
punto de cometer. Pero si bien es cierto, uno no aprende hasta que se
equivoca.
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ESCRITO POR: Fernanda Gabriela Pazmiño
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