Los recuerdos de Mayra
Estudió en una escuela y colegio humildes, en ambos consiguió ser
primera escolta. Ahora estudia para ser una buena comunicadora y nunca se
arrepiente de nada en su vida, aunque a veces se lo piensa.
Parece un lugar tranquilo, confortable; y seguro, muy
seguro. La puerta principal está adornada por una reja color negro que la
antecede. Y la entrada de madera, ya casi blanca con el tiempo, también. Y
las ventanas de dos de los tres pisos de la casa color marfil, también. Arriba,
en la segunda ventana del lado derecho del edificio, se mueve bruscamente una
cortina que a lo lejos se nota que pertenece a la habitación de una chica de
veinte años de edad con un carácter curioso. Sí, es ella. Son las doce de la
tarde del lunes 11 de enero del 2020 y Mayra Velásquez está esperando.
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Te dije
que a la una. Aún no me cambiaba.
La tarde esta perfecta como para abrir las ventanas y
dejar que algo del aire cálido de Quito se adentre en cada uno de los cuartos
de su hogar. Al final de cuentas, han tenido una semana muy calurosa, las
noticias dicen que la temperatura por fin se equilibró, y la familia
Velásquez aprovecha para refrescarse un poco.
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Así es
Chillogallo. Vamos, mi mamá si deja que estemos en mi cuarto. Me es más cómodo.
Le gusta estar sola, así tiene tiempo para pensar en
los problemas de la universidad que tanto le atormentan, mientras se cepilla poco
a poco su cabello un rubio, y de cuanto en cuanto aprovecha su hermosura
natural para “pegarse unas cuantas fotitos”.
Nació el 13 de febrero del año 2000, hija del
matrimonio de Ana y Xavier. Ambos con estudios secundarios terminados; la una
dedicada a la casa y el otro a conducir el bus escolar que le dejó su padre
apenas salió del colegio. Se inició un año antes que los demás niños en el
kínder, a tan solo cinco cuadras de su actual hogar. Gracias a eso pudo
entrar a los seis años a la escuela Alejandro Cárdenas en el centro de la
ciudad. Empezó a viajar sola en el bus tan solo tres años después de iniciar
la primaria. En quinto grado ya sabía a la perfección el camino que debía
realizar para ir y venir de la escuela.
Entró a la Central, y
lleva dos años estudiando para ser Periodista. Quería ser parvularia. Pero, aun
así, no se arrepiente ni un solo segundo de lo que eligió. Tiene un poco de
hambre, mejor va por algo de comida.
Escrito por: Juan Pablo Carrera.
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