miércoles, 19 de febrero de 2020

PERFIL


Los recuerdos de Mayra

Estudió en una escuela y colegio humildes, en ambos consiguió ser primera escolta. Ahora estudia para ser una buena comunicadora y nunca se arrepiente de nada en su vida, aunque a veces se lo piensa.




Parece un lugar tranquilo, confortable; y seguro, muy seguro. La puerta principal está adornada por una reja color negro que la antecede. Y la entrada de madera, ya casi blanca con el tiempo, también. Y las ventanas de dos de los tres pisos de la casa color marfil, también. Arriba, en la segunda ventana del lado derecho del edificio, se mueve bruscamente una cortina que a lo lejos se nota que pertenece a la habitación de una chica de veinte años de edad con un carácter curioso. Sí, es ella. Son las doce de la tarde del lunes 11 de enero del 2020 y Mayra Velásquez está esperando.

-       Te dije que a la una. Aún no me cambiaba. 
La tarde esta perfecta como para abrir las ventanas y dejar que algo del aire cálido de Quito se adentre en cada uno de los cuartos de su hogar. Al final de cuentas, han tenido una semana muy calurosa, las noticias dicen que la temperatura por fin se equilibró, y la familia Velásquez aprovecha para refrescarse un poco.

-       Así es Chillogallo. Vamos, mi mamá si deja que estemos en mi cuarto. Me es más cómodo.

Le gusta estar sola, así tiene tiempo para pensar en los problemas de la universidad que tanto le atormentan, mientras se cepilla poco a poco su cabello un rubio, y de cuanto en cuanto aprovecha su hermosura natural para “pegarse unas cuantas fotitos”.
Nació el 13 de febrero del año 2000, hija del matrimonio de Ana y Xavier. Ambos con estudios secundarios terminados; la una dedicada a la casa y el otro a conducir el bus escolar que le dejó su padre apenas salió del colegio. Se inició un año antes que los demás niños en el kínder, a tan solo cinco cuadras de su actual hogar. Gracias a eso pudo entrar a los seis años a la escuela Alejandro Cárdenas en el centro de la ciudad. Empezó a viajar sola en el bus tan solo tres años después de iniciar la primaria. En quinto grado ya sabía a la perfección el camino que debía realizar para ir y venir de la escuela. 

-       ¡Y terminé siendo escolta! ¿Te lo imaginas? El día que me lo dijeron volví corriendo a mi casa y le conté a mi madre: “Bien por ti” me dijo.  

Así pasó sus doce primeros años. Saltando y jugando; pero, también estudiando. Siempre fue muy responsable. Tenía un gran apego por entrar al Fernández Madrid; su madre, por el contrario, quería que entrase al Simón Bolívar. Y así fue, ella no tuvo problema alguno. Su primer enamorado lo tuvo en noveno año. No lo amó. Su primer amor, en cambio, dos años después. Un amor por completo loco que la marcaria de por vida. También tuvo a su mejor amiga, la primera y la última. 

-       No lo sé. Pasaron cosas y desde entonces no tengo ni tendré una mejor amiga. Yo ya no creo en eso.
-       ¿Estás llorando?
-       ¡Mama! Ya vas.

La pérdida de su ex mejor amiga y del primer amor de su vida, son solo unos cuantos “raspones” que recuerda con un dolor ahogado en su vocecita que al contarlo trata de no quebrarse en llanto. Para ella, lo más importante era entrar a una universidad privada. No pudo, la economía de su familia no daba abasto. 

-       Fueros unos años difíciles.

Entró a la Central, y lleva dos años estudiando para ser Periodista. Quería ser parvularia. Pero, aun así, no se arrepiente ni un solo segundo de lo que eligió. Tiene un poco de hambre, mejor va por algo de comida. 

Escrito por: Juan Pablo Carrera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario