MOJANDA NECESITA URGENTE UNA ORDENANZA AMBIENTAL
BEATRIZ RODRÍGUEZ: “VIENEN DESDE OTAVALO Y SE LLEVAN EL MORTIÑO EN COSTALES”
Recolecta de mortiños por los moradores. Foto: Fernanda Rodríguez
No existe ninguna ley para controlar la recolecta del arándano azul, lo que genera una excesiva comercialización.
En noviembre, decenas de otavaleños y lugareños cosechan en desmedida el mortiño en los páramos de Malchinguí, se lo llevan en sacos para la elaboración de colada morada.
Esta baya es una planta de la familia Ericacea de los arándanos, que crece en la Sierra a una altura de 3400 a 4500 msnm. Este fruto de bosque se reproduce únicamente de manera natural y por un proceso lento y peculiar.
La baya es alimento propicio para las aves, una vez que estas las ingieren, las semillas aparecerán en sus heces, listas para ser depositadas en los suelos del páramo. La recolección desmesurada y sin control deja sin alimento a las aves, poniendo en peligro el hábitat de miles de aves.
“Vienen desde Otavalo y se llevan en costales, sin importar que estén verdes, luego hacen madurar, no dejan nada para nosotros”, dijo Beatriz Rodríguez, una moradora de Malchinguí, que recoge mortiños y los vende en el barrio.
¿Qué hace el GAD parroquial frente a esta situación?
Malchinguí no tiene una ordenanza que controle la recolecta de estos frutos, a comparación de la reserva de Otavalo que sí la tiene y por ello es que la gente se traslada a Chiriyacu, donde pueden recogerlos sin ninguna restricción. El presidente del GAD parroquial de Malchinguí aclaró que si bien, no existe ninguna ordenanza, la Policía Nacional, en fechas cercanas a difuntos, realiza operativos de control.
Por otra parte, Nancy Rodríguez afirmó que propuso un taller de preservación del mortiño a cargo de un biólogo de Colombia que, por los inconvenientes de las protestas en Ecuador, no se logró concretar, además las autoridades tanto de la parroquia de Malchinguí como las del cantón Pedro Moncayo no mostraron interés en esta propuesta ecológica.
El pueblo de Malchinguí está indignado por los destrozos que dejan los indígenas otavaleños. “Fui a recoger unos cuantos mortiños para mi colada morada, pero absolutamente todo el páramo estaba estropeado, a pocos metros de donde me encontraba, por lo menos 30 personas cosechaban el mortiño, y a su paso dejan basura. A este paso el mortiño se va a extinguir”, comentó Patricia Cansino, una moradora de la parroquia.
Redactado por: Fernanda Rodríguez
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